Una niña que se llamaba Sara iba al instituto como todos los de su edad, y estudiaba lo suficiente como para sacar buenas notas, pero tenía un problema: sus padres solo querían que leyera los libros de texto, pero los libros de lectura no.
A ella, sin embargo, le gustaba mucho leer, pero como sus padres no querían que leyera, solo podía hacerlo a escondidas.
Un día en el instituto se lo contó a su profesora de Lengua y ella decidió ir a hablar con sus padres, aunque Sara le insistía en que era imposible convencerlos.
Cuando se reunió con ellos, su padre le dijo:
-Sara no va a leer porque a nosotros no nos gusta la lectura para su educación, y por eso no queremos que se aficione a los libros olvidando seguramente los que tiene que estudiar.
La profesora trató de convencerlos, pero no hubo manera. Esa noche Sara se fue a dormir pronto porque no quería ver la televisión. Soñó que se iba lejos y con unos padres que la comprendían y la querían.
Cuando se despertó ella sabia perfectamente que no iba a pasar lo que en sueños había imaginado.
Otra noche, mientras sus padres veían la televisión, Sara se fue a su habitación y tuvo la idea de inventarse un cuento sobre aventuras y enseñárselo a sus padres. Después de unos días de duro trabajo lo terminó y se lo enseñó a sus padre, pero ellos le dijeron:
-No queremos ver nada, ya sabes que leer solo hace que la gente pierda su tiempo.
Sara estuvo todo el día intentado convencer a sus padres, pero no hubo manera.
A la mañana siguiente Sara se lo enseñó a su profesora y entre las dos convencieron a sus padres para que, al menos, la escucharan.
Esa tarde, cuando Sara terminó de leerles su cuento, sus padres comprendieron que leer no es tan malo, y desde ese momento los padres de Sara la dejaron leer y ellos también se fueron aficionando, poco a poco, a leer interesantes libros.
Autor: Rubia
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